miércoles, diciembre 13, 2006



“Horripilante Hallazgo!”

La presente entrada desafortunadamente no es ni por asomo acorde al espíritu que ya comienza a embargar esta temporada, más bien tiene tintes algo macabros, y casi casi salidos de una revista tipo ALARMA! jeje pero bueno, es algo que les quise compartir.

Debido a mi convalecencia por la cirugía ocular que recientemente me practicaron, andaba como león enjaulado ya que por recomendación médica me quedé sin poder leer, ver tele, ni siquiera acercarme a la computadora, así que decidí hacer un poco de limpieza en mi casa destilichando cuanto cachivache inútil iba encontrando. De pronto, guardado entre un montón de papeles me encontré con una curiosa anécdota –de varias que hemos vivido mi brother y yo- pero que ésta trascendió a una nota periodística. Les cuento…

En Chihuahua capital hay una pequeña cordillera de cerros que flanquean a la ciudad en su extremo Este, se le denomina comúnmente la sierra de “Nombre de Dios” y ha sido para mi hermano y un servidor escenario de múltiples incursiones, ya sea para escalar algunas de sus escarpadas paredes de roca, para meditar en sus tranquilas cumbres ó simplemente para recorrerlas por vicio.

Hace ya cinco años, cuando mi hermano visitaba la ciudad con su esposa, decidimos recordar viejos tiempos e irnos a escalar estos montes, pues bien, así lo hicimos. Ya habiendo recorrido los parajes conocidos nos dispusimos a realizar el descenso. Se dio la situación de tener el viento soplando en contra nuestra y pudimos percibir un desagradable olor de “algo” en estado de descomposición. Por un trecho bastante largo el viento no dejó de restregarnos la nauseabunda peste en nuestras narices. Ya hartos de esta situación y sospechando la cercanía de la carroña por lo intenso que se volvía el hedor, decidimos cortar por el lecho de un arroyo. Otra ráfaga de viento nos abofeteó nuevamente con la ya insoportable pestilencia, sin darnos cuenta que íbamos directamente a la fuente de ésta.

Por fin, unos cuantos pasos más y lo vimos. Era el cadáver de una persona en avanzado estado de descomposición. La impresión fue tan abrumadora que salimos disparados del lugar. En nuestra loca carrera paranoica, saltando de dos a tres arbustos por zancada, decidimos dar parte primero a algún periódico local y que ellos a su vez lo reportaran a las autoridades pues a esas alturas de la corretiza, conjeturamos miles de cosas que le habrían sucedido al infortunado interfecto, desde un suicidio, hasta la infame obra de una ejecución estilo narco y toda la cosa, en fin, en cuanto llegamos a la ciudad nos pusimos en contacto con un reportero del periódico “El Heraldo de Chihuahua” al cual le explicamos la manera de llegar al paraje. No contábamos con el inconveniente de que nuestras instrucciones iban a resultar inútiles al reportero y autoridades que acudieron a la búsqueda, por lo cual, al siguiente día tendríamos que acudir muy a nuestro pesar, en calidad de guías para encontrar el muertito en cuestión.

Llegando al cerro y debido a la cantidad de vueltas y recovecos que recorrimos cuando decidimos tomar el “atajo” del arroyo, no podíamos encontrar el lugar exacto (el reportero argumentó que fue a causa de la fuerte impresión recibida el día del hallazgo… …igual y sí jeje!) hasta que al fin pudimos recomponer el camino y dimos con el desafortunado sujeto que “…fue a morirse al cerro…” como se lee en el recorte.

Y así, el reportero obtuvo su nota publicada en la primera plana de la edición vespertina y las autoridades tuvieron que sudar la gota gorda para lograr bajar el cuerpo. Sólo por la descripción del reportaje supimos más o menos qué le había pasado al pobre tipo.

En fin, son éstas algunas de las cosas desagradables (las menos, afortunadamente) que uno va acumulando en la mochila aventurera, ni hablar. Bien, después de este paréntesis reanudamos los temas en que nos quedamos.

Nos vemos!

Garrison

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