domingo, marzo 11, 2007

Bitácora de Excursión
Día 4
Parte 1

Pues Bien, La lluvia que se había desatado unas horas después de anochecer se volvería una sola “transmisión de ruido blanco”, de cuando en cuando me despertaba en la madrugada y seguía escuchando el continuo acribillar de gotas en nuestra tienda que a veces disminuía y a veces arreciaba con particular enjundia. Ya adaptado mi reloj biológico a las condiciones que días atrás veníamos experimentando, me fui despertando como a eso de las 7:00 de la mañana, mientras me iba desamodorrando pensaba que la lluvia había cesado, pero ¡Oh sorpresa! mis oídos ya se habían acostumbrado al constante golpeteo de las gotas que sólo después de un par de minutos que me tomó despertar completamente me di cuenta que “Tata Dios” había tenido el descuido de haber dejado abierta la regadera… ...todavía.

Honestamente mi humor fue poco a poco yéndose a pique, pues comencé a reflexionar que no iba a ser nada divertido el realizar una incómoda caminata, comer raciones frías y armar el campamento bajo lluvia después de un extenuante día. El buen sabor de boca que había dejado el buen clima de la jornada anterior evidenciaba aún más el contraste y eso reforzaba mi sentimiento de frustración.

En fin, fue como hasta las 10:00 de la mañana que Yenni y yo fuimos preparándonos para desayunar unas barras energéticas y un poco de carne seca. Dado que no pudimos encender la hornilla dentro de la tienda, nos abstuvimos de beber una deliciosa taza de chocolate calientito, tuvimos que tomar agua para pasarnos el masacote que estábamos deglutiendo, así que fue una experiencia un tanto reñida con las buenas costumbres y reglas culinarias jejejeje. Parte del show campestre jejeje.

De pronto, desde la otra tienda y dándose cuenta que nosotros ya nos habíamos despertado, Juan Carlos y Gaby nos lanzaban un penoso llamado de auxilio. Nos informaban que desafortunadamente la noche anterior la habían pasado muy mal, ya que una fisura que misteriosamente apareció en su tienda, dejó entrar poco a poco la copiosa agua que caía inmisericorde sobre su carpa. Sus sleeping bag se habían mojado hasta la mitad y parte de su equipo había corrido la misma suerte, la tienda literalmente como se dice en el argot marinero estaba “haciendo agua” y ya la situación de estos dos chamacones era insostenible y cabe decir que hasta miserable.

Rápidamente me puse las perneras de nieve, mi chamarra, me calcé mis botas y salí de la tienda para verificar la situación. Realmente era la cereza que coronaba el pastel de mermas, la escena era realmente triste. Los compañeros se habían apertrechado en la parte más “alta” de la tienda, dado que el terreno tenía un ligero declive, casi todo el equipo, sus cobijas, sus sleeping bag estaban a merced de un lago de agua que se había creado en la zona baja y que se había expandido casi hasta la mitad del piso de su tienda. La evidencia era contundente y el mensaje no pudo ser más claro: Nuestro objetivo ya no era llegar hasta Guagueyvo, sino salir con bien de esa incómoda situación.

Después del desconcierto inicial, mi hermano y yo acordamos tomarle la palabra al amable lugareño que nos había ofrecido cobijo en su rancho que se encontraba cercano a nuestra zona de campamento, así que comenzamos a tomar acciones. Le pedí a Gaby que se quedara con Yenni en mi tienda y que dejara resguardado lo mejor posible su equipo. Mientras tanto Juan Carlos y yo caminaríamos hasta el ranchito para pedir posada y de darse el contacto, volveríamos por ellas para empacar y abandonar la zona de campamento.

Esperamos un par de minutos hasta que Gaby pudo “mudarse” a mi tienda, nos despedimos de las chicas y emprendimos la caminata. La lluvia parecía arreciar en ocasiones y después volverse a calmar, el poco pero rebelde viento también hacía de las suyas. La temperatura no había subido en lo absoluto, así que nos esperaba una jornada realmente fría. El cielo cerrado parecía una sola lámina gris resplandeciente que nos disparaba millones de pequeñas gotas gélidas a nuestros rostros, por lo tanto decidimos acelerar el paso para llegar lo más pronto posible; ahí me di cuenta que mi hermano no se había recuperado completamente de sus heridas y que la caminata, aunque corta, dejaría mella en su atribulado pie. Pronto, por medio del camino principal alcanzaríamos la cima de la colina donde se encontraba el ranchito, nos percatamos que una barda perimetral y una gran puerta de metal nos separaban de la casa, decidimos llamar al casero desde ahí. “¡¡Buenos Díaaaaaas!!” gritamos en repetidas ocasiones. Varios intentos después y sin obtener señal de que los dueños de la propiedad estaban presentes, decidimos abrir la gran puerta de metal y entrar para tocar en la puerta de la casa, no habíamos recorrido ni la mitad del camino cuando de ésta emergió una figura menuda. No se parecía en nada al amable señor que nos había visitado días atrás, se trataba de un adolescente de origen tarahumara que asumimos era el que cuidaba la propiedad, así que comenzaron las formalidades.

Mediante un atropellado relato, contamos la serie de peripecias que habíamos sufrido, terminando con la recomendación que su patrón nos había ofrecido para resguardarnos en su casa, El callado y atento joven no reparó ni un solo segundo y accedió de inmediato a prestarnos la ayuda. Ha sido el momento más feliz de mi vida en lo que va del año, así que con gran júbilo le informamos que volveríamos a nuestro campamento a recoger nuestras cosas y al personal que faltaba. El serio personaje asintió y nos recomendó bajar la colina por un sendero para llegar más rápido al camino de donde habíamos llegado, Juan Carlos y un servidor aceleramos la marcha para llegar rápido al campamento.

Justo cuando íbamos bajando la colina, la lluvia había disminuido considerablemente, así que nos dimos prisa para llegar a desinstalar el campamento y recoger todo con relativa “sequedad”, llegando al campamento le dimos la buena nueva a las chicas quienes rápidamente comenzaron a ayudar en la labor de desinstalación, en mitad de la tarea, la lluvia volvió a arreciar, por lo que atrasó un poco las cosas, pero en un poco tiempo ya estábamos con mochilas en hombros caminando hacia nuestra bendita salvación.
Continuará…

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